Praeter um sententia

¿Qué es vivir en un país en vías de desarrollo? Ofrecemos el punto de vista de uno. La intención es mostrar las ideas detrás de vanguardia en un medio ambiente de seguidores

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lunes, 29 de marzo de 2010

Semana Santa

El Domingo de Ramos en la Pasión del Señor, al empezar esta Semana Santa, recordamos la llegada de Jesús a Jerusalén y su sorprendente entrada en la ciudad. Jesús, como todo buen judío, sube a Jersusalén a celebrar la Pascua. Los seguidores que lo acompañaban, y mucha otra gente, sobre todo niños, lo aclaman. Y aquella acción toma gran significado, porque recuerda antiguas palabras proféticas que hablan de "un rey que vendrá con sencillez, y que dirá palabras de paz". Jesús se presenta así, y lo hace consciente de que eso es una provocación que terminará llevándole a la muerte. Pero es una forma muy clara de decir cual es el mensaje de Dios, cuál es la Buena Noticia que él trae. Nosotros, recordando aquel hecho, aclamamos también a Jesús y lo reconocemos como nuestro único Señor. Pero lo hacemos también concientes de que el camino de este nuestro Señor es el camino de la cruz. Por eso la celebración del Domingo de Ramos tiene dos partes: en la primera parte nos reunimos llevando cada uno nuestro ramo, aclamamos a Jesús con nuestros cantos, escuchamos el evangelio que nos narra los acontecimientos de este día, y recibimos la bendición de la persona que preside la celebración. Luego, la procesión con los ramos nos conduce hacia la Iglesia, y allí comenzamos la misa. Y cambia el tono. Seguimos afirmando y celebrando nuestra fe en Jesús, naturalmente, pero ya no lo hacemos con el clima de alegría y de aclamación que ha tenido la procesión, sino que ahora nuestra atención comienza ya a centrarse en lo que iremos viviendo durante toda la semana que empezamos. El evangelio del Domingo de Ramos tiene un especial relieve: leemos el relato de la Pasión del Señor y esta lectura marca totalmente el clima de nuestra celebración. Leer la Pasión, es adentrarnos ya de lleno en el momento más decisivo del camino de nuestro Maestro: el momento en que se manifiesta totalmente, y llega el final, su entrega por amor, esa entrega que nos abrirá el camino de la vida. Por eso se llama a este día "Domingo de Ramos en la Pasión del Señor".



El lunes, martes, miércoles y jueves santo por la mañana, podríamos decir que son días de preparación inmediata al Triduo Pascual. Después del día intenso del Domingo de Ramos, un clima de mayor paz nos debe ayudar a entrar en los momentos decisivos de la vida de Jesús, los días de nuestra salvación. Eso lo hacemos con la entrega, nos abrirá el camino de la vida. Y en el evangelio, distintas escenas nos van acercando al momento definitivo de la Pasión. También lo hacemos, si es posible, participando en la Misa Crismal, que el obispo preside como preparación al Triduo Pascual y en la que los sacerdotes y obispos renuevan las promesas que hicieron el día de su ordenación. Al atardecer del Jueves Santo nos reunimos para recordar y celebrar la última Cena de Jesús con sus discípulos. Su último encuentro con ellos antes de la Pasión. Un encuentro que quiere el sentido de todo lo que está a punto de ocurrir: su entrega hasta la muerte, su vida para siempre. En medio de aquel ambiente, Jesús, que actúa como cabeza de familia, se levanta y realiza un gesto sorprendente: lava los pies a sus discípulos. Era algo que correspondía hacer a los esclavos. Y, haciéndolo él, les quiere enseñar cuál es el sentido de todo lo que él ha vivido, y cómo deben vivir también los discípulos: poniendo su vida al servicio de los demás, totalmente. Y junto con ese gesto, realiza otro, aún más sorprendente. Toma pan, toma vino y se lo da diciéndoles que aquel alimento es su cuerpo y su sangre, y anunciándoles que será para siempre su presencia en medio de ellos. Él, muerto por amor, resucitado por la fuerza de Dios, vivirá para siempre en medio de su comunidad. Y el pan y el vino será el sacramento de esa presencia. En esta celebración todos los sentimientos de Jesús y de los discípulos en aquella última cena están presentes en nuestra reunión. Y termina la celebración con un rito peculiar: Reservamos solamente el cuerpo de Cristo para poder comulgar el viernes santo. Y esta reserva nos ofrece una buena oportunidad para la oración y el agradecimiento. Ante Jesús Sacramentado, esta noche, después de la celebración, merece la pena dedicar un tiempo a orar, individual o comunitariamente.

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