Con el activo invierno que hemos sufrido, nos hemos podido dar cuenta de la vulnerabilidad en la que vivimos, en todas las zonas de la ciudad. Todos nos hemos visto afectados, en mayor o menor grado, pero la verdad es que nadie se ha escapado de sufrir por las precipitaciones sobre el Distrito Central.
Parece que la naturaleza se ensañado en nuestra contra. Primero vivimos unos meses de intensa sequía y ahora vivimos un diluvio prácticamente todos los días. Pero debemos ser conscientes que, así como todos nos vemos afectados igual, todos tenemos cierto grado de responsabilidad en el cambio climático. Todos alguna vez hemos realizado alguna acción que ha contribuido al deterioro del equilibrio ambiental, lo que se ha manifestado como condiciones meteorológicas extremas, que han puesto en evidencia lo frágil de nuestra Teguz.
Lo que hemos sufrido es la forma de la tierra de decir -¡Basta ya! ¡Me están haciendo daño!
Está bien que utilicemos los recursos que tomamos de la naturaleza, pero con medida, no debemos derrocharlos. Hay que tomar sólo lo necesario. A veces actuamos de manera irresponsable, cuando desperdiciamos papel, agua o hacemos mal manejo de los deshechos.
Mientras los capitalinos no tomemos conciencia de nuestro deber como seres que somos parte de una ambiente en el que todos somos vecinos y lo que uno haga, afecta al resto.
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